Todo responde a un nombre y cuando a los préstamos rápidos se les denomina así es, sencillamente, porque lo son. Nada que ver con lo que se está acostumbrado cuando uno acude al banco: consulta, esperas, llamadas, petición de más documentos… La tramitación de un préstamo rápido es asombrosamente sencilla.
La mayoría de las empresas que se dedican a la concesión de créditos rápidos operan por internet, también por teléfono. En cualquiera de los casos, el primer paso, evidentemente es hacer la solicitud vía telemática o telefónica. Si la cantidad no es demasiado elevada, por lo general, no se piden demasiados requisitos: ser mayor de edad (en muchos casos se exige ser mayor de 21 años), tener alguna fuente de ingresos y cuenta bancaria y no tener deudas en los registros de morosos.
Tras ello, la tramitación no llevará más de unos minutos. La valoración de la petición se realiza de manera inmediata y tan sólo se dilatará algo en el tiempo si la empresa necesita algún dato adicional a los que se han aportado.
Tanto si la petición es aceptada, como si es denegada, la respuesta no se hará esperar. En caso de ser denegada siempre se puede pedir más información para intentar solucionar el problema por el que no se acepta, tal vez, se deba a un documento o un error.
Si es aceptada, el dinero se ingresará en la cuenta que se ha dado prácticamente de manera inmediata, en horario laboral. Para determinadas entidades con las que la empresa no trabaje, quizá haya que esperar algo más, pero por lo general, no más de un día o dos.
Los préstamos rápidos, por lo tanto, nada tienen que ver ni en su tramitación, ni en la documentación a aportar, ni en los plazos de resolución, con los préstamos tradicionales que dan las entidades bancarias.
